Las urgencias de Vall d'Hebron llegaron ayer a su peor momento del último mes al acumular 81 pacientes en espera de ingreso. La mayoría llevaba varios días. El más antiguo de los que encontraron cama ayer llegó el pasado día 11. El promedio habitual en las últimas semanas ha sido de unos 50 pacientes en espera. Una cifra asumible, según portavoces del hospital. Una acumulación peligrosa, según fuentes médicas. De todos modos, lo de ayer fue más grave, aunque no está claro por qué con las actuales temperaturas tantas personas se han agravado, algo que suele ocurrir con el frío invernal y la gripe. Por eso, a mediodía se abrieron 16 camas que estaban cerradas, para aliviar la situación.
Gran parte de los pacientes estaban en camillas desde hacía más de 48 horas, algunos con todo su organismo descompensado por el agravamiento de una de sus distintas dolencias (corazón, diabetes, riñón...). Otros con aparatos de respiración. Algunos, incluso, llegados allí para tratar situaciones penosas como el dolor oncológico. La mayoría entre los 70 y los 80 años. Y ya no quedaban ni sillas. "Había enfermos sentados en el suelo; tenían que haber venido a las ocho de la mañana", decían los pacientes al fotógrafo, que captó la situación por la tarde. Fuentes del hospital rechazaban esa imagen desbordada y aseguran que es una exageración que refleja el malestar de los profesionales por cambios de horarios que se avecinan. El hospital afronta una reforma de las urgencias para ampliar la zona de observación, hacerla más confortable, separada claramente de la atención menor rápida. También preparan un cambio de organización para atender con la misma cantidad de personal la mañana y la tarde. Y todo eso significa hacer obras y cambiar la situación laboral de los profesionales, lo que, desde el punto de vista de la dirección, añade una dosis extra de disgusto que puede haber influido en las quejas.
"Aunque aquí nadie presenta una queja (en referencia a los pacientes). Es como si todo el mundo estuviera resignado", apunta un miembro del equipo asistencial.
La distribución actual de los servicios de urgencias por distintos niveles de gravedad provoca que las personas que entran en Vall d'Hebron sean, en general, enfermos muy complejos y frágiles. Los más leves son atendidos en los dispositivos ambulatorios, los CUAP. Y los que no son graves y pueden ser estabilizados fácilmente suelen ser enviados a otros hospitales con los que Vall d'Hebron tiene acuerdos. El gran hospital del ICS negocia precisamente la ampliación de las camas disponibles fuera de su recinto con este fin.
Los que se quedan en el hospital, los que estaban ayer a la espera, son personas que necesitan estar en un centro para pacientes difíciles, como Vall d'Hebron. Porque tendrán que atenderles varias especialidades, realizar pruebas diversas y contar con una enfermería que pueda detectar rápidamente cambios y capaz de calibrar enfermos que se descompensan en todas direcciones. Ahogos que se suman a hipertensión, a secuelas de un ictus, a otras cardiopatías, a un riñón que no acaba de ir bien y una nutrida medicación. Desde urgencias, advierten los profesionales, en cama o en camilla, peor si es en una silla, no se puede hacer todo eso.
Según datos de Vall d'Hebron, el área general atiende cada día en estas urgencias a 300 pacientes, un 20% de los cuales necesita ingresar. Al cabo del año pasan por allí 120.000 personas.
Información tomada de LA VANGUARDIA
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