El comité de bienvenida espera tras el torno de la estación de Ferrocarrils de
Avinguda del Carrilet. Alineados y enteramente vestidos de
negro, nueve agentes de orden público de la Guardia Urbana de
L'Hospitalet, conocidos como los yanquis, apartan y cachean en
busca de drogas y armas a todo aquel que a ellos o a los mossos
les haya parecido sospechoso. Chicos y chicas --la mayoría suramericanos y
algunos españoles-- que han cogido el ferrocarril o el metro para ir a las
discotecas de Can Femades son identificados y colocados de cara
a la pared. "Separe las piernas y relájese. ¿Lleva algo que le pueda
comprometer? ¿Tiene algo que corte en los bolsillos?", pregunta a uno de ellos
un agente que, juntándole las dos manos a la espalda, le registra el torso, las
piernas, los zapatos...
Unos mossos, que es el cuerpo que lidera el dispositivo, miran la documentación de esos jóvenes, por si «alguno estuviera en rojo», es decir, por si sobre ellos pesara alguna orden de busca. Aquellos que no tienen papeles son remitidos a agentes de extranjería del Cuerpo Nacional de Policía. El despliegue hace que, durante dos horas, la salida de esa estación se asemeje más al control de seguridad de un aeropuerto de EEUU. «No solo se consigue decomisar drogas si no que se lanza el mensaje de que estamos aquí y que no vamos a tolerar según qué comportamientos», explica el inspector Ricard Fernández, subjefe de la comisaría de Mossos en L’Hospitalet.
«SITUACIÓN 31» / En realidad, el despliegue en la estación es solo la primera parte de un dispositivo con el que Mossos, Guardia Urbana de L’Hospitalet y Guardia Urbana de Cornellà quieren blindar Can Femades, la polémica zona de ocio que ha quedado marcada por las reyertas ocurridas a las puertas de las dos discotecas latinas, Capitolio y Mambo, que en junio dejaron a un joven muerto a puñaladas, y por el infierno de ruidos que han tenido que aguantar los vecinos cuyas casas están en el recorrido que va desde los locales al metro. «El objetivo es lograr una situación 31 , que es como llamamos a una situación tranquila. Buscamos que no haya peleas y que no se moleste a los vecinos», explica la comisaria Cristina Manresa, jefa de los Mossos en la Metrosud.
La segunda fase del dispositivo, que va a repetirse cada fin de semana, comienza nada más cerrarse el metro. Algunos jóvenes entran en las discotecas mientras otros aprovechan para hacer el botellón en sus coches. «A chupar , que el mundo se acaba», grita uno. Desde ese momento, por la zona de discotecas de Femades circulan cada pocos minutos varios coches patrulla tanto de Mossos como de la Guardia Urbana. Esa dinámica dura hasta cerca de las 4.30, cuando varias furgonetas y todoterrenos del Àrea de Recursos Operativos (ARRO) se colocan a las puertas de las discotecas y llenan la noche de una constelación de luces azules.
Ahí van a estar hasta que las discotecas cierren y se vacíen. Es el momento crítico, cuando se han producido las reyertas que han estigmatizado la zona, pues cientos de esos jóvenes salen con los ánimos alterados por el alcohol. Cualquier cosa, aunque normalmente el detonante sean los celos, puede provocar un incendio. Los agentes de la ARRO, tipos preparados para situaciones difíciles, no solo vigilan. Así, ante la puerta del Capitolio se congrega una decena de jóvenes con la típica indumentaria de bandas. Uno de ellos comienza a gritar bravatas hacia un rival que está dentro del local. «A mí me da igual de qué banda sea, yo a ese tío le voy a dar», clama acompañando sus palabras con gestos de pandillero.
Un agente se acerca a los chicos. Habla con uno de ellos, que parece el líder. Al rato, los jóvenes se van. Los mossos van tras ellos, no sea que, fuera del dispositivo, intenten algo. Todo ha ido bien y, al poco, la ARRO se vuelve a colocar ante la discoteca. Aquellos chicos eran latin kings que esperan vengarse de quienes, en junio, mataron a un amigo ante esa disco. «Tenemos que estar atentos –dice un agente–, aquí hay muchas deudas pendientes».
Informacion tomada de EL Periodico
«SITUACIÓN 31» / En realidad, el despliegue en la estación es solo la primera parte de un dispositivo con el que Mossos, Guardia Urbana de L’Hospitalet y Guardia Urbana de Cornellà quieren blindar Can Femades, la polémica zona de ocio que ha quedado marcada por las reyertas ocurridas a las puertas de las dos discotecas latinas, Capitolio y Mambo, que en junio dejaron a un joven muerto a puñaladas, y por el infierno de ruidos que han tenido que aguantar los vecinos cuyas casas están en el recorrido que va desde los locales al metro. «El objetivo es lograr una situación 31 , que es como llamamos a una situación tranquila. Buscamos que no haya peleas y que no se moleste a los vecinos», explica la comisaria Cristina Manresa, jefa de los Mossos en la Metrosud.
La segunda fase del dispositivo, que va a repetirse cada fin de semana, comienza nada más cerrarse el metro. Algunos jóvenes entran en las discotecas mientras otros aprovechan para hacer el botellón en sus coches. «A chupar , que el mundo se acaba», grita uno. Desde ese momento, por la zona de discotecas de Femades circulan cada pocos minutos varios coches patrulla tanto de Mossos como de la Guardia Urbana. Esa dinámica dura hasta cerca de las 4.30, cuando varias furgonetas y todoterrenos del Àrea de Recursos Operativos (ARRO) se colocan a las puertas de las discotecas y llenan la noche de una constelación de luces azules.
Ahí van a estar hasta que las discotecas cierren y se vacíen. Es el momento crítico, cuando se han producido las reyertas que han estigmatizado la zona, pues cientos de esos jóvenes salen con los ánimos alterados por el alcohol. Cualquier cosa, aunque normalmente el detonante sean los celos, puede provocar un incendio. Los agentes de la ARRO, tipos preparados para situaciones difíciles, no solo vigilan. Así, ante la puerta del Capitolio se congrega una decena de jóvenes con la típica indumentaria de bandas. Uno de ellos comienza a gritar bravatas hacia un rival que está dentro del local. «A mí me da igual de qué banda sea, yo a ese tío le voy a dar», clama acompañando sus palabras con gestos de pandillero.
Un agente se acerca a los chicos. Habla con uno de ellos, que parece el líder. Al rato, los jóvenes se van. Los mossos van tras ellos, no sea que, fuera del dispositivo, intenten algo. Todo ha ido bien y, al poco, la ARRO se vuelve a colocar ante la discoteca. Aquellos chicos eran latin kings que esperan vengarse de quienes, en junio, mataron a un amigo ante esa disco. «Tenemos que estar atentos –dice un agente–, aquí hay muchas deudas pendientes».
Informacion tomada de EL Periodico
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